Eleanor se sintió encantada cuando el conde, Ramiro Vicente Miguel de Castro, le ofreció trabajo de dama de compañía de su hermana menor, en Sintra.
Era una oportunidad que difícilmente se le volvería a presentar. Eso pensó antes de cometer el error de enamorarse de su jefe. Porque, aunque él la consideraba digna de su atención, se interponía el fantasma de su esposa muerta.
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