Kate juró que nunca vería a Nicolás otra vez, mucho menos compartiría su cama… o su nombre. Pero el poderoso hombre de negocios de Sídney era tan despiadado como decidido, y no vacilaba en recurrir al chantaje para obtener lo que quería. ¡Y quería a su esposa!
Ahora Kate estaba de regreso en la jaula dorada que una vez había llamado casa. Pero en el tiempo que habían estado separados, Kate había crecido y madurado. Ella no se arrepentía de un matrimonio que había sido de conveniencia, pero ¿estaba tan equivocada al desear un futuro lleno de amor?
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